Los BorbonesJuan Carlos I (1975 - hasta la actualidad) (Roma, 1938 - hasta la actualidad) Juan Carlos de Borbón y Borbón nació en Roma, el 5 de enero de 1938, donde residía la Familia Real española en el exilio, desde que el 14 de abril de 1931 se proclamara la República en España. Es el segundo hijo de los Condes de Barcelona, Juan de Borbón y Battenberg (1913-1993) y María de las Mercedes de Borbón y Orleans (1910-2000). Posteriormente, el joven príncipe residió en Laussane (Suiza) y Estoril (Portugal) hasta que en 1948, cuando tenía 10 años, su padre y el general Franco acordaron, según las Bases institucionales de la Monarquía Española de 1946, que realizara una educación conveniente en España, una etapa de formación universitaria y militar, a la sombra de las autoridades españolas del momento, a la que siguió una serie de prácticas en las principales instituciones del Estado y viajes por España y el exterior para conocer la realidad del momento. El 14 de mayo de 1962 Juan Carlos de Borbón se casó en Atenas con la primogénita de los reyes de Grecia, la princesa Sofía, de cuyo matrimonio han nacido sus tres hijos, las infantas Elena (1963) y Cristina (1965), y el príncipe heredero, Felipe de Borbón y Grecia (1968). Tras la boda, el nuevo matrimonio se instaló en el Palacio de la Zarzuela, decisión que conllevó algunos roces con su propio padre y Franco. Hasta el momento,D. Juan había intentado mantener a Franco al margen del matrimonio de su hijo al mismo tiempo que deseaba algún tipo de reconocimiento antes de su definitiva instalación en España. La Ley de Sucesión de 1947 declaraba que España era un Estado constituido en reino, aunque formalmente sin una monarquía y un rey. Esta forma de Estado fue ratificada posteriormente por la Ley de Principios Fundamentales de 1958 y la Ley Orgánica de 1967. El proceso institucional del franquismo establecía una monarquía singular, en la medida que era definida como la monarquía del Movimiento Nacional, con un carácter continuista de sus principios e instituciones. La denominada cuestión sucesoria fue un proceso lentísimo e incierto hasta el último momento, fundamentalmente por dos razones: la existencia de diferencias y divisiones entre los distintos grupos del régimen franquista sobre su forma institucional -monarquía, regencialismo, presidencialismo- y, sobre todo, alrededor de la persona que debía ser el sucesor: Juan Carlos de Borbón, Javier de Borbón Parma, Carlos Hugo de Borbón, Juan de Borbón o incluso el futuro yerno de Franco, Alfonso de Borbón Dampierre que, a su vez era hijo de Jaime, el segundo hijo de Alfonso XIII. El gran temor de Franco era que España tuviera una monarquía liberal, de ahí el control político de la sucesión y de la supervivencia del régimen después de Franco. El 22 de julio de 1969, las Cortes Españolas designaron a Juan Carlos -nieto de Alfonso XIII e hijo de Juan, su quinto hijo- como sucesor de Francisco Franco, como resultado de una decisión suya y súbita, en la Jefatura del Estado, con el título de rey. Los últimos años del régimen franquista fueron muy complejos para el futuro monarca ya que tuvo que mantener un equilibrio entre las activas fuerzas opositoras y las estructuras de la dictadura, en un convulso contexto sociopolítico y la creciente presión internacional, cada vez más crítica con el régimen político. El futuro Jefe del Estado mostraba una imagen contradictoria e incluso una incógnita: para unos era un elemento continuista del franquismo y para otros una esperanza de cambio, hacia una democracia. Durante este período, las relaciones entre padre e hijo fueron muy difíciles, especialmente tras el resultado de la escabrosa cuestión sucesoria que había adoptado personalmente Franco, al margen de la legitimidad dinástica de la Corona, depositada en la persona de Juan de Borbón. El padre de Juan Carlos fue el titular de los derechos dinásticos y la Jefatura de la Casa Real Española, por transmisión directa de su padre, el rey Alfonso XIII, hasta que en mayo de 1977 los cedió a su hijo, el rey Juan Carlos, legitimando la sucesión en la Corona española. Entre el 19 de julio y el 2 de septiembre de 1974, Juan Carlos desempeñó, por primera vez y de forma interina, la Jefatura del Estado por la enfermedad de Franco, que ejercería nuevamente desde el 30 de octubre al 21 de noviembre de 1975. El 22 de noviembre, dos días después del fallecimiento de Franco, las Cortes proclamaron a Juan Carlos como rey y con ello quedaba restaurada la Monarquía tras un paréntesis de 44 años, desde el 14 de abril de 1931. La transición de la dictadura a la democracia fue un proceso extraordinariamente complejo en el que el rey Juan Carlos tuvo un protagonismo especial, conjuntamente con las fuerzas políticas y la sociedad española que fueron capaces de llegar a un consenso no rupturista, sobre todo durante el período preconstitucional del reinado (1975-1978): se logró transformar el sistema político desde dentro, utilizando su propia legislación y con la ayuda de una parte de su clase política, en la que tuvieron un papel esencial las figuras de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda, presidentes del Gobierno y de las Cortes, respectivamente. El pacto entre todos fue esencial para suavizar la delicada coyuntura socioeconómica y fruto de este espíritu de acuerdo fueron, por ejemplo, los decisivos Pactos de la Moncloa (1977). La Ley para la Reforma Política, aprobada por referéndum el 15 de diciembre de 1976, abrió el paso a un período constituyente que elaboró la actual Carta Magna. La Constitución española de 1978 establece una monarquía parlamentaria y democrática en cuyo título II, dedicado a la Corona, se recogen las prerrogativas apolíticas, representativas y protocolarias del monarca, como Jefe del Estado, árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones, además de la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas. El fracaso del intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 representó un punto de inflexión en el proceso de transición que consolidó definitivamente la democracia española y la imagen del monarca dentro y fuera de España, con numerosos premios y distinciones. Las relaciones internacionales, especialmente con Latinoamérica, además del mundo árabe y los países occidentales, la incorporación a la Unión Europea y la modernización del Estado son los principales aspectos que marcan el reinado de Juan Carlos I. Desde el inicio del reinado de Juan Carlos I (22 de noviembre de 1975) y hasta el momento, distintas fuerzas políticas -conservadoras, centristas y socialistas- de todo el espectro ideológico, han desempeñado el Gobierno español, con seis presidentes distintos: Carlos Arias Navarro (Movimiento Nacional, 1975-1976), Adolfo Suárez (UCD, 1976-1981), Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD, 1981-1982), Felipe González (PSOE, 1982-1996), José María Aznar (PP, 1996-2004) y José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE, desde marzo de 2004). |
Alcañiz, donde un artillero vasco humilló al ejército de NapoleónManuel P. Villatoro / Madrid Día 22/02/2014 - 04.18h En 1809, la artillería española del brigadier Loigorri logró poner en huida a 10.000 soldados franceses cerca de TeruelSon muy pocas las ocasiones en las que un único soldado logra decidir el destino de una contienda. Sin embargo, España tiene la suerte de contar entre las páginas de su historia con un hombre que, con su tesón y valor, consiguió poner en jaque a todo un ejército francés. Este militar no es otro que el brigadier Martín García Loigorri, un artillero vasco que, durante la batalla de Alcañiz sucedida en 1809, logró poner en huida a más de 10.000 soldados de Napoleón cuando todo parecía perdido para el ejército de nuestro país. El calendario marcaba entonces el SXIX, una época no muy buena para la España de Carlos IV y su primer ministro Godoy («chico para todo» del monarca y amante en sus ratos libres de la reina). Y es que, en 1808 la Península se encontraba invadida por el ejército de Napoleón Bonaparte, el cual, apoyado en su megalomanía, había tomado la decisión de que toda Europa cambiara su idioma por el gabacho y se plegara a la bandera azul, blanca y roja. Sin embargo, con lo que no contaba el «petit empereur» era con que su experimentado ejército se iba a dar de bruces contra la población de este país, la cual, a base de fusil y aperos de labranza, hizo frente con más valor que experiencia al águila imperial francesa. De esta forma, a lo largo y ancho del territorio hispano nacieron pequeñas juntas locales encargadas de organizar la resistencia contra los gabachos y que, para sorpresa de «la France», lograron infligir severas derrotas a los invasores con la ayuda de los ingleses (quienes, como era de esperar, dejaron a un lado su amado té de las cinco para dar de bofetadas a los franceses en la Península). Ver derrotada a su «armée», según parece, no debió gustar demasiado a Bonaparte quien, hasta el sombrero emplumado de recibir malas noticias de un territorio que pensaba conquistar en pocos meses, no tuvo más remedio que desempolvar el sable y personarse en la misma España para dirigir a sus tropas en diciembre de 1808. Para desgracia española el plan de Napoleón salió a la perfección, pues su llegada insufló valor al ejército galo y, en apenas dos meses, la resistencia española fue derrotada desde Valencia hasta Burgos. No obstante, cuando la derrota hispana parecía más cercana, el «pequeño corso» recibió una misiva que resultaría determinante: Austria se preparaba para presentarle batalla. A regañadientes, y blasfemando por seguro contra españoles y austríacos por igual, Napoleón se vio obligado a hacer el petate y dirigirse a todo galope hacia Paris. Con todo, dejó el encargo a varios generales de someter a los reductos que, contra todo pronóstico, seguían resistiendo a base de fusil y gónadas. Por su parte, España no iba a desaprovechar esta oportunidad y, alejado Bonaparte de la Península, se organizaron rápidamente varias fuerzas militares con la finalidad de mandar a los gabachos de una patada a su país. Blake, camino de AlcañizAsí pues, las órdenes de poner en jaque las posiciones francesas llegaron en febrero de 1809 hasta Joaquín Blake, un experimentado general de ascendencia irlandesa y corazón hispano que se encontraba al mando del recién creado 2º Ejército de Valencia y Aragón. El oficial no lo dudó y, aprovechando la marcha de una gran parte del ejército napoleónico de las tierras aragonesas, se propuso reconquistar -a base de sable y cañón- Zaragoza y sus alrededores. Para ello, contaba con un contingente de aproximadamente 8.000 infantes, 500 jinetes y una docena de piezas de artillería dispuestos a marchar sobre el invasor. Preparada la tropa, Blake dio a conocer a los diferentes oficiales su primer objetivo en mayo: Alcañiz, un pequeño pueblo al norte de Teruel ubicado en la ribera del río Guadalupe y que, hacía pocas semanas, había sido tomado por una división gabacha formada por nada menos que 7.500 infantes, 500 caballeros y dos docenas de piezas de artillería. Fusil en ristre y balas en el zurrón, los infantes hispanos iniciaron el camino hasta la villa. Sin embargo, y para asombro de todos, su llegada no fue recibida con disparos, pues los franceses habían decidido retirarse a una serie de villas cercanas ante la superioridad española y, así, esperar refuerzos del sur. Así narraba estos primeros movimientos militares el propio General Blake en un informe escrito después de la contienda y que ha sido cedido a ABC por el Instituto de Historia y Cultura Militar: «Excemo. Sr.: -Participé a V.E. con fecha 21 del corriente la evacuación de Alcañiz por los enemigos y su retirada a Híjar, Puebla de Hijar, y Samper, En ese último pueblo dejaron un destacamento de bastante consideración. El día 21 envié a D. Casimiro Loy, teniente coronel de húsares españoles, con ochenta caballos de su regimiento y doscientos voluntarios de Valencia, para que hiciese un reconocimiento de la situación enemiga. Lo verificó atacando a los que estaban en Samper, obligándoles a abandonar sus ranchos y mochilas, retirándose a la Puebla de Hijar».Los refuerzos imperialesEsta huida con el fusil entre las piernas fue útil para los galos, pues lograron reunirse con una división de varios miles de franceses enviada desde Zaragoza y dirigida por el joven (aunque experimentado) mariscalLouis Gabriel Suchet. El gabachode tan solo 39 años- tomó entonces el mando de todo el ejército y ordenó preparar a los soldados para marchar de nuevo sobre Alcañiz, ahora en poder de los españoles. Por su parte, Blake no tardó en iniciar las disposiciones para la contienda al conocer el avance imperial. «Entre tanto, se unieron al enemigo las tropas que esperaba de Zaragoza, en número de tres mil y quinientos. Habiendo completado con este armamento diez mil infantes, ochocientos caballos, y doce piezas de artillería se puso en marcha para atacarnos. Con la noticia de su partida nos dispusimos para recibirles», narra el general español en su informe. La batalla estaba servida. El despliegue españolTras conocer las intenciones francesas, Blake preparó minuciosamente la contienda. En primer lugar, determinó que su ejército se situaría sobre una llanura cercana a Alcañiz ubicada al otro lado del río Guadalupe, una decisión algo controvertida y peligrosa. «La situación de los españoles ( ) era excelente para el caso de una victoria, puesto que podía perfectamente aprovecharse para lanzarse sobre el enemigo que, en terreno tan suave y desprovisto de accidentes, (no podría) reparar el descalabro. ( ) Pero si los españoles eran arrollados, encontrarían a su espalda un río con solo un puente, siempre angosto en tales ocasiones; y la retirada tranquila y ordenada, cual debe procurarse en los reveses militares, sería, más que difícil, imposible», señala el ya fallecido historiador José Gómez Arteche en su obra «De la historia militar de España de 1808 a 1814». Decidida la ubicación del campo de batalla, el General español analizó el terreno para desplegar de la forma más ventajosa a sus fuerzas. «La vega de Alcañiz ( ) está rodeada de montañas, más o menos altas y a varias distancias de la posición que ocupan las tropas. A dos tiros de fusil de la ciudad se elevan unas colinas accesibles a la caballería; su continuación está solo interrumpida por el camino de la capital que las atraviesa por el centro ( ). En estas colinas centrales formó el grueso de nuestro ejército», señala Blake en su manuscrito. Además, Blake apoyó a esta infantería con varias piezas de artillería a las órdenes del brigadier Martín García Loigorri, un artillero vasco experimentado conocido desde su juventud por sus buenas capacidades para el disparo. A su vez, y en el flanco derecho, Blake dispuso encima de un cerro -conocido como el de los Pueyos- un contingente de varios miles de soldados apoyado por un único cañón. Su función estaba clara: evitar que el enemigo envolviese el centro español y bloquear, llegado el momento, el acceso al pueblo de Alcañiz. Concretamente, los soldados tomaron posiciones cerca de una vieja ermita abandonada. «La parte de la vega que yacía a mano derecha era la más baja, de modo que formaba unas cañadas tanto más peligrosas quanto estaba más poblada de árboles ( ). Para impedir al enemigo que se aprovechara de las ventajas que le ofrecía el terreno por este llano, se colocaron en la expresada ermita 2.000 hombres compuestos de los batallones de Daroca, reserva de Aragón, tiradores de Murcia, y 2º de voluntarios de Aragón, todos al mando del Mariscal de Campo Don Carlos de Areizaga», señala el general hispano en su informe. Blake estableció a su ejército delante de un rio, algo que podría haber sido desastrosoComienza la batallaCon las primeras luces del alba del 23 de mayo de 1809. la «armée» gala hizo su aparición en la llanura de Alcañiz decidida a hacer valer su veteranía sobre las inexpertas tropas hispanas. Al frente de la misma se encontraba Suchet, quien se percató al instante, y con satisfacción, de que la retirada de las tropas de Blake se encontraba bloqueada por el rio Guadalupe. Así pues, si sus unidades tomaban las posiciones cercanas al único puente existente, el resto de la fuerza enemiga no podría huir y sería capturada. Por ello, Suchet ordenó que el primer ataque francés se realizara sobre el flanco derecho español (la posición de Areizaga). De esta forma, y con el primer viento de la mañana, dos columnas francesas se dirigieron, precedidas de varias unidades de tiradores, hacia los Pueyos. A su hombro y espaldas llevaban, además del fusil, decenas de victorias como soldados de Francia, pues habían combatido de norte a sur del imperio. La contienda no iba a ser fácil para los novatos (bisoños, que se diría entonces) fusileros de la Península. «Nunca dudé que el enemigo atacaría por la derecha, y así fue la dirección que más reforcé( ). Le era absolutamente indispensable apoderarse de la ermita, arrollando los cuerpos que la guarecían ( ). Para ejecutarlo, se presentaron los enemigos por el frente y flanco derecho del puesto que mandaba Areizaga, ocupando todas las alturas inmediatas. Luego ( ) rompieron un fuego vivísimo de fusilería apoyado con el de alguna artillería; se les correspondió con la mayor actividad y viveza, tanto por nuestra infantería como por un obús», señala Blake en su documento.Realizados los primeros disparos, las columnas francesas formadas por unos mil hombres- continuaron su avance hasta hallarse a los pies del cerro de los Pueyos, lugar desde el que los fusileros españoles les lanzaban andanada tras andanada. En ese momento, ni siquiera la vista de sus compañeros caídos detuvo a los gabachos quienes, bayoneta en ristre, cargaron contra las posiciones de Areizaga. «Todo este aparato y furia francesa fue recibido con serenidad y firmeza española, la columna desapareció en pocos minutos. Españoles bisoños vieron las espaldas de los famosos y aguerridos granaderos franceses. Animadas nuestras tropas ligeras, persiguieron a las de los enemigos que ocupaban las alturas cercanas sosteniéndose el fuego por ambas partes con igual tensión», añade Blake. De esta forma, y contra todo pronóstico, la primera escaramuza se saldó con victoria de las tropas peninsulares del flanco derecho, parte de las cuales, movidas por su ímpetu, avanzaron hasta un caserío abandonado ubicado algunos metros por delante de la línea establecida en un principio. Un ataque de distracciónDespués de aquella pequeña victoria, Blake ordenó que las tropas ubicadas en el olivar del flanco izquierdo salieran de su refugio y reforzaran, bayoneta y sable en mano, el ala derecha española. Al parecer, mediante este movimiento, el general de ascendencia irlandesa pretendía obligar a Suchet a concentrar sus fuerzas en un nuevo enemigo y relajar la presión sobre las tropas de Areizaga, las cuales habían quedado divididas en varios grupos que necesitaban tiempo para formar de nuevo la línea defensiva inicial. Así pues, y tras recibir las ordenanzas oportunas, Menchaca e Ibarrola dispusieron precipitadamente la infantería y la caballería a sus órdenes para abalanzarse heroicamente, y con el único objetivo de ayudar a sus compañeros, sobre fuerzas muy superiores en número. Suchet organizó una gran columna con la que atacar el centro españolEste inesperado triunfo volvió a insuflar valor en los soldados de Suchet quienes, con la orden de «en avant» resonando en sus oídos, se dirigieron de nuevo, y en formación, hacia el cerro de los Pueyos. No obstante, la estrategia de Blake había surtido su efecto y, ya reorganizados, los hombres del flanco derecho hicieron blanco sobre los gabachos provocando decenas de bajas. «El ataque fue escarmentado tan pronto y tan ejecutivamente como el primero por los aragoneses, cuya algazara triunfal se escuchaba por todo el campo de batalla. Había fracasado el plan de envolver la línea española», destaca, en este caso, Arteche. El asalto finalEsta nueva victoria aumentó más, si cabe, la moral de los españoles. No obstante, frente a Blake se encontraba el mariscal Suchet, un genio militar que no toleraba la derrota y que no se limitó a marcharse humillado, sino que arengó a sus hombres y los dispuso para un último ataque sobre el centro de la línea española. Si lograba arrollar a los infantes ubicados en esa posición, los flancos del ejército terminarían cayendo ante el ímpetu del águila imperial. «(Suchet) avanzó entonces con la fuerza que ( ) había permanecido hasta entonces a retaguardia, la mayor y más sólida parte de las de su mando, y con ella formó ( ) una gran columna con la que esperaba romper el centro de la línea que tenía a su frente. ( ) Componían aquella columna ( ) más de 2.000 infantes a cuya cabeza se puso el general Fabre. Y mientras los demás cuerpos franceses amenazaban ( ) nuestros flancos, de donde partía un fuego sumamente vivo sobre la columna central ( ) Fabre se encaminó ( ) hacia el centro y eje de la línea de batalla», añade el historiador español. Loigorri esperó hasta el último momento para disparar sobre los sorprendidos francesesLoigorri, el vasco que venció a SuchetMinutos después, la situación era dantesca para los españoles ya que, con su fuego, no habían conseguido poner en huida a las tropas de Suchet. Estas, por su parte, ya habían elegido un objetivo al que atacar de entre todo el centro hispano: las baterías de Loigorri. Sin embargo, y en lugar de perder los nervios, el oficial navarro cargó los cañones con metralla y ordenó a los artilleros no abrir fuego hasta que los franceses estuviesen lo más cerca posible de las piezas de artillería. Hubo que esperar hasta que los franceses se encontraron al alcance de la mano para que Loigorri desgarra el aire con su orden: «¡Fuego!». Un instante después, las baterías españolas dejaron caer sobre la cabeza de la columna gabacha cientos de balas metálicas que hicieron caer al suelo a varias filas de soldados galos. «Cuando el enemigo tocaba la batería española y se proponía por otro lado envolverla, siguiendo parte de la fuerza el camino del puente, y ya los hurras de los soldados (franceses) anunciaban el triunfo, ( ) nuestros artilleros redoblaron el fuego y rompieron la cabeza de la columna», afirma en su obra Arteche. Al parecer, este ataque final de la artillería comandada por Loigorri fue demasiado para las agotadas tropas de Napoleón, las cuales, con terror, se dieron la vuelta e iniciaron una retirada a toda prisa bajo los gritos de triunfo de las tropas peninsulares. Finalmente, y a pesar de los diferentes ataques sufridos, la batalla la había ganado un valiente artillero vasco dispuesto a dejarse las gónadas por España Un día para recordarEn las horas posteriores, Suchet formó con los restos de su ejército al otro lado del campo de batalla y se marchó con todo su azul, blanco y rojo entre las piernas. Tras de sí, dejó nada menos que 500 de sus soldados muertos y 1.000 más heridos. Por su parte, el general español prefirió no perseguir a su enemigo y ordenó hacer un recuento de caídos, el cual dio un resultado de 300 bajas entre heridos y fallecidos. Una vez asegurada la zona, y tras la celebración de la victoria, todos los elogios fueron pocos para Loigorri, a quien se refiere el propio general en jefe en el final de su informe: «El influjo especial que tuvo la Artillería en la humillación de los enemigos me obliga a recordar a su comandante, el brigadier D. Martín García Loigorri, a quien cupo en suerte la gloria de dirigir los prodigiosos esfuerzos de este ilustre Cuerpo ( ) Seguramente que si los oficiales que la servían no hubiesen conservado la increíble serenidad y valor para esperar al enemigo haciendo fuego a metralla hasta que casi tocaba la boca de los cañones, quizás hubieran logrado romper la línea». |
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El ADN confirma que los reyes Enrique IV y Luis XVI eran familiaEnrique IV y Luis XVI de Francia.| Bridgeman Art Library/J.F. Carteaux. Afp | París Actualizado lunes 31/12/2012 Un equipo de científicos franco-españoles ha ratificado que los restos tomados de la cabeza momificada de Enrique IV y de la sangre seca de Luis XVI cuentan con un perfil genético común. Esto valida que ambos eran familia. El trabajo, cuyos resultados se han publicado en la revista 'Forensic Science International', "demuestran que Enrique IV y Luis XVI tienen el mismo patrimonio genético, que se hereda a través de los padres", ha señalado Philippe Charlier autor principal del estudio, patólogo forense del hospital Raymond Poincaré de Garches, cerca de París, y especialista en enigmas históricos. Recreación de la cabeza de Enrique IV.| Reuters Los resultados genéticos confirman "la veracidad del árbol genealógico que relaciona a Enrique IV y Luis XVI". Además, el estudio también ha servido para demostrar que la cabeza momificada corresponde, en efecto, al monarca. Encontrada en 2008, la cabeza fue autentificada en 2010 por una veintena de especialistas encabezados por el propio Charlier. Sin embargo, todavía no habían extraido ADN. Un pañuelo usado en la guillotinaEn cuanto a la sangre atribuida a Luis XVI fue analizada en 2011 por un equipo italiano-español dirigido por el Carles Laluela Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona. Los restos se obtuvieron de un pañuelo empapado de la sangre del rey del día en que fue guillotinado el 21 de enero de 1793. A los dos reyes de Francia les separan siete generaciones. Luis XVI está emparentado directamente con Enrique IV por la línea paterna, que fue asesinado por Ravaillac 14 de mayo de 1610. La confirmación de la descendencia paterna entre Enrique IV y Luis XVI también proporciona una respuesta indirecta a los historiadores que dudaban de que Luis XIV era el hijo de Luis XIII, y no de Mazarin. "El niño milagro", nació 20 años después de la boda de Luis XIII, el primer hijo de Enrique IV, con Ana de Austria. |
2013, el año de las gestas olvidadas de Ponce de León y Núñez de Balboamanuel trillo / madrid Día 01/01/2013 - 10.11h Se cumplen 500 años de dos grandes gestas españolas, a menudo olvidadas: los descubrimientos de Florida y del PacíficoEspaña no es muy dada a reconocer a sus héroes, pero en 2013 tiene buenos motivos para hacerlo. El año que hoy comienza se cumplirán cinco siglos de dos grandes gestas que marcaron el rumbo de la historia y cuyos protagonistas fueron dos españoles: Juan Ponce de León y Vasco Núñez de Balboa. El primero de ellos desembarcó en la primavera de 1513 en una exótica tierra que, por ser descubierta el Domingo de Resurrección, fue bautizada como Tierra de la Pascua Florida. Con su hallazgo puso al continente norteamericano en el mapa y dio los primeros pasos de la presencia europea en el territorio que con el tiempo se convertiría en los Estados Unidos. Con Ponce de León comenzó un periodo ininterrumpido de más de 300 años de presencia española en América del Norte, desde Florida hasta Alaska, un periodo que tanto a uno como a otro lado del Atlántico ha sido a menudo orillado en los libros de historia. Pocos meses después de aquel descubrimiento histórico y algo más al sur, otro español, Vasco Núñez de Balboa, alcanzaba con la vista lo que en su momento denominó «el Mar del Sur». En realidad, lo que divisó desde el istmo de Panamá el 25 de septiembre de 1513 era bastante más extenso que en un simple mar. De hecho, era el oceáno más grande de la Tierra. Núñez de Balboa acababa de descubrir el Pacífico. En el caso del quinto centenario de la llegada de Ponce de León a las costas de Norteamérica, en Florida se van a organizar una larga serie de eventos conmemorativos a lo largo de este año. En este estado, las autoridades son conscientes de que la historia de Estados Unidos no se comprendería sin sus orígenes españoles. En la primera ciudad de Norteamérica, San Agustín, fundada por el asturiano Pedro Menéndez en 1565, aún ondea la antigua bandera con la cruz de Borgoña de los españoles. Nochevieja española en MiamiPara abrir boca, en la Nochevieja en Miami el quinto centenario del descubrimiento de Ponce de León tenía un importante protagonismo. El programa de actos en el frente marítimo de la ciudad incluía un espectáculo de flamenco y una transmisión en vivo con España para disfrutar del año nuevo y celebrar los cinco siglos de lazos a ambos lados del Atlántico, según la Fundación España-Florida 500, creada para conmemorar el V centenario. El grueso de la conmemoración, no obstante, se espera que se centre a comienzos de abril, coincidiendo con la fecha en que se cumplirán 500 años exactos desde que Ponce de León pisara tierras floridanas. No obstante, lo más esperado en Florida es que el Rey acepte la invitación para estar presente en las conmemoraciones. Entre tanto, en Panamá se han programado exposiciones, festivales de teatro, música y danza, congresos y eventos deportivos, entre otros, para recordar la gesta de Núñez de Balboa. Una de las acciones estrella es la restauración de su pila donde fue bautizado en la iglesia de San Bartolomé de Jerez de los Caballeros (Badajoz) y la construcción de una réplica que se quedará Panamá, cuyo gobierno costea este proyecto. Hasta el momento, no se han concretado acciones conmemorativas por parte del Gobierno central para una ni otra efeméride. |
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