Fornicar con los reyes de la tierra El dominico Giacomo Savonarola (1452-1498) predica contra la vida regalada y dispendiosa en la Florencia de su tiempo, lo que incluía a parte del clero. Cuadro de 1879 de Ludwig von Langenmantel. Wikipedia. Durante los últimos meses hemos leído noticias estremecedoras protagonizadas porsacerdotes entregados a formas de vida abyectas. Hemos leído que un canónigo (¡octogenario!) de Valencia había sido estrangulado por un chapero. Hemos leído que un cura de Vélez-Málaga utilizaba el confesionario para seducir a sus feligresas, a quienes luego drogaba y sometía a salacidades furtivas. Hemos leído que otro cura asturiano había pagado casi cien mil euros a un extorsionador que lo amenazaba con divulgar fotos o vídeos sórdidos. Hemos leído, en fin, que otro cura más, en Extremadura, vendía junto a su "pareja sentimental" pastillas de Viagra y otras sustancias estimulantes. Leyendo tan tremebundas noticias, uno añora aquellos curas rijosos de las sátiras anticlericales decimonónicas, que vivían abarraganados o frecuentaban a las mozas del partido. Porque en aquellos curas antaño satirizados uno descubría al hombre sanamente constituido que cae en la tentación de la carne; pero en los clérigos de las noticias referidas uno descubre conductas gravemente desordenadas y perversas y hombres enfermos. ¿Qué está ocurriendo en la Iglesia? Ocurre quecuando la Iglesia deja de ser una flecha que sube, ansiosa de Dios, se convierte en una flecha que baja, codiciosa del barro. No se nos escapa, por supuesto, que los medios de cretinización de masas gustan de hozar en las podredumbres, reales o ficticias, del clero, con regodeo en los detalles más escabrosos. Tampoco que, a la vez que propagan a los cuatro vientos las abyecciones de tal o cual cura que equivocó su misión, ocultan los desvelos demiles de curas abnegados y fieles a su vocaciónque calcinan su vida por salvar las almas que les han sido encomendadas. Pero, aunque cuatro golondrinas no hagan verano, debemos aceptar que los casos espigados en la prensa de los últimos meses a los que me refería más arriba revelan unagangrena profundacuya causa no es, desde luego, el celibato que la Iglesia impone a los curas; pues un cura incapaz de guardar su castidad alivia su calentura con una feligresa complaciente o una moza del partido. Los curas arriba mencionados son personas gravemente enfermas; y su enfermedad, a la postre, es la misma que padece la Iglesia: lamundanidad. Leonardo Castellani, cuando prueba la exégesis del episodio de las tres tentaciones que sufre Jesús en el desierto, afirma que representan la tentación de ceder a la mundanidad, que la Iglesia constantemente sufre. La primera tentación, plenamente humana, invita a la Iglesia a proveerse debienes materiales. La segunda tentación la invita adesvirtuarse mediante "el aseglaramiento y amundanamiento de la actividad religiosa". La tercera tentación, que es plenamente diabólica, le proponesometerse a las leyes del mundo y allanarse por completo a sus costumbres. En un discurso pronunciado el 23 de noviembre de 1973,Pablo VIreconocía tristemente que la "apertura al mundo" que la Iglesia había probado había sido "una verdadera invasión del pensamiento mundano en la Iglesia" que le arrebataba la belleza de ser fuerza de oposición y anulaba en ella toda especificidad. "Tal vez hemos sido demasiado débiles e imprudentes", reconocía entonces Pablo VI, compungido y tal vez contrito. Han pasado desde entonces cincuenta años; y labrecha que la mundanidad había abiertoya por entonces en las murallas de la Iglesia no ha hecho sino agigantarse. Más o menos por las mismas fechas en que Pablo VI pronunciaba el discurso mencionado, un portentoso escritor español hoy expulsado a las tinieblas,José María Pemán, advertía desde las páginas de este periódico que una Iglesia "con interpretaciones sexuales de la pureza o el celibato y charlas de sacristía volterianas" estaría por completo acabada. Y, en efecto, una Iglesia que se allana al mundo pierde su valor constitutivo, que no es otro sino ser "bandera enfrentada" o "signo de contradicción", según como deseemos traducir las palabras del ancianoSimeón; o bien "piedra de choque y roca de estrellarse", como más expeditivamente señalaSan Pedro. Una Iglesia que se convierte enbandera de todas las causas mundanas, del homosexualismo al cambio climático, y en arenisca desmigajada que acepta todos los usos y costumbres mundanos, además de llenarse de polvos que acaban inevitablemente convertidos en lodazal (como prueban las noticias de curas descarriados que referíamos más arriba),no le interesa absolutamente a nadie, salvo a los enemigos que desean perderla y se relamen con sus purulencias. Su fulgor dogmático se oscurece; su tradición se reblandece y pudre; sus ministros se entregan a los satanes más bajos; y termina por parecer una secta cristiana más en el supermercado del sincretismo religioso. Una Iglesia "al gusto del consumidor", que bendice lo que el mundo bendice y execra lo que el mundo execra, se convierte enuna fantochada ridícula; y acaba albergando dentro de sí todas las podredumbres imaginables. A esta Iglesia entregada a los poderes de este mundo, que "fornica con los reyes de la tierra" y "embriaga a las gentes con el vino de su inmoralidad", elApocalipsisle reserva un apelativo muy poco benigno. Tal vez cuando Pablo VI detectó algo tardíamente "la invasión del pensamiento mundano" en el seno de la Iglesia podía aún decirse que había sucumbido a la tentación por debilidad e imprudencia; a estas alturas, constatados los frutos podridos de tal invasión, denota más biendolo y premeditaciónperseverar en el error. Publicado en ABC. |
Dura carta de curas de Roma contra su Obispo: «Asistimos a la destrucción de la Iglesia en Roma»por redaccioninfovaticana | 11 abril, 2024 El pasado fin de semana el Papa Francisco descabezó la diócesis de Roma de la que él es obispo. Desde el año 2017, Angelo De Donatis ejercía como Vicario general de la diócesis romana gobernando así el día a día de la diócesis por delegación del Papa Francisco. El sábado el Papa decidió nombrar al cardenal De Donatis como nuevo Penitenciario Mayor. Un movimiento que en Italia ha sido considerado como una defenestración del purpurado italiano. El Papa ya ha adelantado al Consejo Episcopal de la diócesis de Roma que se tomará un tiempo hasta que nombre a su nuevo delegado para controlar y supervisar la diócesis de Roma. Mientras tanto, entre el clero romano empiezan a circular cartas abiertas y críticas hacia su obispo, el Papa Francisco. InfoVaticana ha tenido acceso a una dura carta firmada anónimamente por curas de la diócesis de Roma en la que no sale bien parado Francisco y que reproducimos a continuación: «Francisco ve y repara mi casa que está toda en ruinas». Así el crucifijo de San Damián al hermanito de Asís en 1205. Más tarde, el Papa Inocencio III sueña con San Francisco levantando San Juan de Letrán. «Francisco ve y destruye la Iglesia». Esto en cambio sucede en 2024 y en lugar de un sueño que reaviva la Iglesia para el catolicismo romano se ha convertido en una verdadera pesadilla. Comenzamos nuestra breve carta con estos dos ejemplos. Por un lado San Francisco que repara, sostiene, construye, por el otro Francisco (deliberadamente con minúscula) que destruye, demuele, arrasa como ni siquiera Atila consiguió hacerlo, gracias también al ejecutor material que importó de Sicilia (¿será evocadora la elección?) y a un pequeño sujeto que ha asumido el papel de gigante de la ley (pero ya se sabe que los albaceas no tienen por qué ser inteligentes sino obedientes) Esperábamos que después de todos los escándalos que han surgido con contratos hechos a amigos de amigos, con alquileres de saldo a gente más que adinerada, con ventas cuando menos hilarantes, con decenas de miles de euros tirados a la basura en muebles, con créditos millonarios concedidos a gente muy sospechosa, perseguidos por los mismos amigos para recuperar el dinero dado a bancos fantasmas, con personalidades muy cacareadas que también han sufrido la bofetada, no digamos de las instituciones italianas, sino de las mismas Naciones Unidas, y todo ello desafiando a los pobres, a los verdaderos pobres, aquellos en los que deberíamos reconocer el rostro de Cristo, el Obispo de Roma había decidido dar un cambio serio enviando a casa a las personas que permitieron que esto sucediera, lo cual está claramente azorado por documentos que, recordemos, no han sido negados por nadie. Y, en cambio, nuestro obispo no sólo los mantuvo allí, sino que además los recompensó. Así que nos preguntamos: ¿por qué? Una pregunta que nunca tendrá respuesta mientras asistamos, impotentes, a la destrucción de la Iglesia en Roma. Expresamos nuestra total solidaridad con nuestros Prefectos que han dicho al ejecutor material, alto y claro, que no se reunirán ni hablarán más con el obispo (el siciliano) hasta que se haya nombrado un nuevo Vicario y hasta que se ponga a ciertos individuos en una posición en la que no puedan hacer más daño. Clero y Pueblo de Dios de la Iglesia de Roma |
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