A veces me pregunto qué hago yo aquí explicando la historia que recién aprendí, los líos de romanos. de moros y cristianos el follón del marxismo y el del otro coté donde los yankis tienen el mango y la sartén. A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Viendo cómo la tarde se duerme frente a mí mientras usted Martínez se evade en el jardín y la dulce Encarnita García Corbejón confunde a los etruscos con negros de Gabón entre miradas tiernas de Pablo el "empollón". A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Intentando que aprendan lo de La Ilustración cuando ellos sólo entienden cosas del rock and roll y haciendo que comprenden una revolución: la rusa, la francesa, la de Tutankamón y encontrando a Picasso perdido en un balcón. A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Viendo como los días se pierden sin un fin y menos mal que a veces una tarde de abril un alumno te abraza y te dice: Don José que bien que lo pasaba en las clases de usted con la visión cachonda del tiempo que se fue. A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Intentando que olviden la gran realidad y rían con la broma de hacerles comparar la influencia mudéjar con el alá, ba, ala bi, ala bá, ala bin, bón, bá que gritan en el fútbol animando al personal. A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Y en noches de vigilia te rondan por doquier los rostros de María, de Pedro o de Javier y el gesto de aquel chico que explicaba sin fin la batalla de Marne y el cruce sobre el Rin y que leía versos de Rilke y Valèry, A veces me pregunto qué hago yo aquí.
Abrí todas las puertas cuando se hizo la luz, recorrí los desvanes, tampoco estabas tú, pequeña, dulce, triste, hermosa, libertad.
Con qué palabras nuevas habría que llamarte, sobre qué muros tenues habría que escribirte, y en qué paisaje oculto habría que esperar tu regreso al hogar, pequeña libertad.
En qué sangre vertida habría que buscarte, en qué ojos de espanto hallar tu soledad. Sobre qué río incierto habría que esperar tu regreso al hogar, pequeña libertad.
Grité por los trigales y contra el cielo azul, anduve los caminos, tampoco estabas tú: pequeña, dulce, triste, hermosa libertad.
En qué puños cerrados te guardan de la muerte. En qué paloma blanca caminas de verdad. Sobre qué ojos de niño te vamos a encontrar de regreso al hogar, pequeña libertad.
Bajo qué árbol descansas, huyendo, como vas, de tanto fuego vivo que te quiere quemar y hacer que nunca puedas unirte a los demás de regreso al hogar, pequeña libertad.
Dejo la puerta abierta, el árbol y la luz pues siempre espero ver que me saludes tú: pequeña, dulce, triste y hermosa libertad.
Siempre harás mas de lo que has hecho: acuérdate, acuérdate. Piensa que el mar lo mueve el aire: acuérdate, acuérdate. Y por encima del paisaje vive el hombre: acuérdate, acuérdate.
Ese ser de ojos asombrados que contempla los años con nostalgia, puede ser tu hermano, tu enemigo, puede ser tu guía o tu amenaza. Puede contigo hacer el viento, la guerra, la esperanza, o convertir tu vida en un desierto.
Puede hacerte reír, puede hacerte llorar, pero será el único ser a quien unirte: acuérdate, acuérdate.
Ese que mira con descaro la fría soledad de los espacios puede contigo atravesar el mundo, contigo ir al fin de los planetas. Puede contigo hacer el fuego, la lucha, la igualdad, y abandonarte en el camino luego.
Adónde se quedaron las sombras de aquel tiempo, adónde se quedaron la luz y aquel color, adónde se quedaron empeños increíbles sobre los que crecíamos tú y yo
Adónde, adónde, adónde se fue el día de hoy
Adónde se perdieron nuestros buenos amigos, adónde se contuvo la mar que nos besó, adónde se pararon historias que venían en la que nos aupábamos tú y yo
Adónde se quemaron nuestros últimos sueños, adónde se quemaron la voz y el corazón, adónde se quemaron los versos solidarios que en muros escribíamos tú y yo
Adónde se escondieron los últimos veranos, adónde se escondieron los gritos de dolor, adónde se escondieron las risas del otoño sobre las que vivíamos tú y yo
Seguimos por aquí aguantando el temporal cada uno lo soporta según como le va.
Los cojos en su sitio no se pueden largar, el ciego siempre está a verlo terminar. Los mudos nada dicen y el sordo qué más da, si ni escucha los ruidos ni sabe que...
La Banca se resiste detrás del capital San Cosme y San Damián protegen al industrial. En el comercio piden que no se imponga más y el campesino canta, por no llorar.
Nosotros aguantando vela en el funeral mientras dure la vela y nos dejen cantar y el muerto no pregunte: ¿a quién vais a enterrar?.
Y como no queremos reindustrializarnos aquí estamos de nuevo para poder hablaros de música y paisajes, de gentes y de paz, de asuntos divertidos, de amor y libertad.
Porque creció en ti toda la aurora, me quedo a contemplar tu libertad, ésa que te libera desde el cielo como a una paloma sin volar. Naces cerca de mí, lejos del hielo y posas en mis pies como un gran vuelo la dura condición de ser un cierto y duro caminante para andar.
Me acuerdo de tu cuerpo cuando niño, hablándome de islas y del mar, de terribles piratas invencibles que venían contigo a mi lugar. Volábamos por montes increíbles, por encima de truenos sin parar y al final de la noche nos uníamos a la fuerza de un viejo vendaval.
Ahora te presiento duro y frío, con la misma cansada soledad con que mueven los hombres el olvido de la infancia que se quedó detrás. Ahuyento de mi lado tu camino te rompo contra el borde del cristal no quiero que tu canto me recuerde los días que ya no volverán.
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